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DESPUÉS DE LAS LITERATURAS POST-AUTÓNOMAS. MÁS ALLÁ DE JOSEFINA LUDMER

Heriberto Yépez

1. Una década después de Una especulación

En 2020 apareció la reedición de Aquí América latina. Una especulación (2010) de Josefina Ludmer. Este libro alberga quizá el concepto más provocador de la crítica literaria hispanoamericana en la primera década del siglo XXI.

Ludmer adelantó el concepto de “literaturas posautónomas” en ensayos breves en 2006 y 2007 y luego lo consolidó en su libro de 2010. Se trató de una jugada teórica que cambió el tablero profesional. Acá reinterpretaré el concepto de lo post-autónomo una década después. Advierto que no será una relectura ludmeriana.

Ludmer argumentó que desde final del siglo XX vivimos una época de literaturas post-autónomas. Al no abundar en sus acepciones, su concepto de post-autonomía resultó tan contundente como abierto. 

Una literatura autónoma sería aquella que se mantiene y renueva de acuerdo a principios estéticos internos: una literatura cuya forma es una auto(trans)formación de ciertos géneros, técnicas y tradiciones. Una literatura regida por el fantasma de la literatura anterior y por el proyecto de la literatura futura. Una literatura literaria. Esta literatura autónoma tendría fundamentalmente dos agentes: una textualidad soberana (de larga duración) y un campo estratégico de poéticas, polémicas y escritores. En términos prácticos, la autonomía es un estado ideal al que aspira la literatura: su cuarto propio, su utopía autopoética. ‘Autonomía’ significaría que en la literatura reina una lógica y una logística propias.

Para Ludmer, la autonomía expiró. Las “literaturas posautónomas” implicarían que hay otros factores (económicos) determinando a la forma textual y la arena social de lo literario. Ludmer incluso creía caduco el “campo literario” de Bourdieu. La literatura post-autónoma sería una literatura post-literaria. O más efectivamente: una esfera cultural donde una literatura literaria es menos atractiva que las escrituras post-literarias.

Para repensar el concepto ludmeriano de las “literaturas posautónomas” hay que identificar que posee dos caras. Una cara: las escrituras post-autónomas; y la otra: la lectura post-autonomista. 

El escándalo y aplauso que recibió la idea se enfocaron en las escrituras posautónomas que Ludmer definía y promovía. Pero se descuidó discutir más su lectura post-autonomista (y todo lo que encierra). 

Lo post-autónomo era para Ludmer frontalmente un tipo nuevo de escritura. Una desliteratura, diría yo. 

Pero creo que lo post-autónomo es principalmente un tipo de lectura que elige cierta literatura para mirar sus zonas de convergencia entre su forma posmodernista y el marketing. Como lectura, el post-autonomatismo ludmeriano devino una mirada centrada en el marketing de algunas literaturas actuales.

En el caso del libro de Ludmer, el post-autonomatismo se configura como una escritura tardo-posmodernista (Aquí América latina es un libro de anti-crítica literaria experimentalista) que propone un modo de lectura post-literaria.

El lugar que Ludmer da a Aira como prototipo precoz o precursor de la escritura post-autónoma lo posee el propio libro de Ludmer respecto de la lectura post-autónoma. El libro de Ludmer no es post-autónomo todavía pero sí es post-autonomista.

Su idea no surgió de un corpus de libros post-literarios que pidieron una lectura post-literaria: las obras concretas que Ludmer enlista y comenta son todavía muy literarias. 

Más bien Ludmer decidió abanderar una lectura (universitaria) post-literaria que acelera la preminencia académico-comercial de venideras literaturas post-autónomas.

La lectura post-autonomista de Ludmer es un disimulado manifiesto para promover literaturas más afines al proyecto académico de unas Humanidades menos literario-textual-bibliográficas y más mediático-visual-virtuales.

Ludmer quiso refrescar un mundo académico agotado de lo cervantino, la poesía vanguardista, el neobarroco, el Boom y, en general, las literaturas nacionales y el latinoamericanismo.

El campo literario hispánico se volvió monótono y problemático para el campus universitario transnacional. 

Para ese campus (en transición) Ludmer especuló su Aquí.

2. Las literaturas post-autónomas según Ludmer

¿Cómo son los textos post-autónomos? En Aquí América latina, Ludmer define a las “literaturas del 2000” como caracterizadas por su “escritura transparente, la ausencia de culturosidad… y su definitiva traducción a imagen”.[1]La textualidad post-autónoma es descrita (y prescrita) por Ludmer como non fiction (algo ambivalente) comunicativa diseñada para un lectorado semi-literario. 

Esta textualidad “transparente” mezcla géneros. Según Ludmer, las escrituras post-autónomas: “Toman la forma del testimonio, la autobiografía, el reportaje periodístico, la crónica, el diario íntimo, y hasta de la etnografía… Salen de la literatura y entran ‘a la realidad’ y a lo cotidiano… Internet”.[2]Aquí hay dos cruces: se cruzan géneros ficcionales, confesionales y periodísticos; y se cruza la frontera de lo literario hacia lo informativo. 

Cuando Ludmer dice “realidad”, “fábrica de realidad”, “realidadficción” o “lo cotidiano” se trata de eufemismos tímidos de lo informacional. Aunque no lo explicita, para Ludmer las “literaturas post-autónomas” son preámbulos para sumir la escritura post-literaria en información relativamente estetizada.

En 2012, Ludmer definía a la escritura posautónoma así: “puede ser ensayo, poesía, novela, cuento policial y de ciencia ficción, todo al mismo tiempo… La posautonomía implicaría otro modo de producción del libro, otro modo de escribir y otra tecnología de la escritura”.

Ya aquí la escritura post-autónoma no emerge de sub/géneros menores (testimonio, crónica, Sci Fi) sino que puede encarnar en géneros mayores (ensayo, poesía, novela) siempre y cuando se mezclen o ‘desdiferencien’. Esta mezcla acompaña otro status del libro y las tecnologías de escritura (debido a Internet). Ludmer vincula esta indiferencia entre géneros y la transición de lo impreso a lo digital con una multiplicación de los lecto-escritores post-autónomos, que ya no sólo son escritores “sino también artistas, performers, militantes, activistas culturales, periodistas, blogueros”.[3]

Lo post-autónomo ludmeriano es un tipo de escritura más accesible: más legible (“transparente”) y disponible en distintos medios y plataformas. También se trata de maneras de escribir publicar que facilitan que más personas puedan ser autores o, al menos, escribientes. 

Al relajarse las exigencia de literariedad de la escritura (y multiplicarse los medios y post-medios) ya no se requiere un culto y fatigoso trabajo literario. Por el contrario, esta flexibilización del tecleo solicita que más perfiles participen de las pantallas post-literarias.

Ludmer no quiso confesar o no percató que aquello que utopiza (y utopizza) como literaturas post-autónomas (a manera de neovanguardia blanda) en realidad constituye la escena del precariato auto-glamourizado que el neoliberalismo impuso a la escritura. Llamándole “literatura posautónoma” Ludmer maquilló la maquiladora escritural neoliberal.

Las literaturas “post-autónomas” ludmerianas corresponden mayormente a la neoliberalización de la literatura. Escribo neoliberalización por tratarse de un proceso en marcha (y no neoliberalismo o  neoliberal, como un estado o cualidad intrínseca o, al menos, una condición ya contraída) al ser la literatura un modo de producción cultural asociado a otros modos de producción económica precapitalistas e incluso capitalistas. Las literaturas atraviesan actualmente un proceso de neoliberalización muy avanzado en algunos sectores, pero resistente en otros.

Ludmer más bien hizo una lectura despolitizada de cierta literatura hispanoamericana (mayormente argentina) de principios de siglo; una lectura, en el fondo, poco económica, ¡y a la vez poco estética! Una mirada ensayística con muchas zonas acríticas. 

Ludmer declara: “todo lo cultural (y literario) es económico y todo lo económico es cultural (y literario)”.[4]Pero a pesar de su economismo no logra percatarse que lo post-autónomo es un mandala de las lógicas y logísticas del neoliberalismo.

La última Ludmer padeció de fukuyamismo. 

La post-autónomo ludmeriano proviene de una conformidad con la neoliberalización. Una neoliberación de la literatura que, además, ¡Ludmer invisibiliza! Haciéndola pasar como un proceso “cultural”. Lo post-autónomo parecería provenir de un Fukuyama amnésico, que ha olvidado el programa económico de donde han salido sus slogans. 

Ludmer ideologiza: “La caída del mundo bipolar produce fusiones de opuestos y desdiferenciación.. Imaginar/pensar/sentir en fusión con palabras como intimopúblico, realidadficción, adentrofuera y abstractoconcreto”.[5]

También sintetiza: “se borran las identidades literarias, que eran también políticas… parecen terminarse los enfrentamiento entre escritores y corrientes; es el fin de las luchas por el poder en el interior de la literatura”.[6] Lo post-autónomo es un mundo que Ludmer pincela como carente de oposiciones. Ahí ya llegó el Fin de la Historia (literaria). 

Ahora bien, Ludmer acierta en señalar un déficit de crítica. Su libro mismo no recibió la discusión que merecía. Pero no se percató que la visión de un “fin de la historia de la literatura” era un síntoma más (y no la causa) del proceso de neoliberalización de la literatura (y la academia). Ludmer podía mirar una ausencia de luchas intensas porque la precarización neoliberal había ya instaurado un miedo a la polémica pública entre literatos o académicos. 

Los debates arriesgan severas pérdidas de capital (y mezcla indeseable de clases sociales literarias) en un campo literario y un campus universitario empobrecidos por las políticas neoliberales. Ludmer tampoco se percató de fenómenos como el outsourcing de la polémica (desde la literatura y academia a las redes sociales) y otras estrategias de competencia feroz vía el networking. 

Las oposiciones continúan, pero disfrazadas, a baja escala, en los cuerpos, procedimientos, curadurías y reglamentos. En buena medida, las oposiciones en el mundo literario han dejado de ser verbalizadas, para ser silenciosamente conducidas por los aparatos institucionales.

Por así decirlo, entre menos fondos públicos para el campo cultural y el campus académico más intensas las campañas (privadas) de des/prestigio por el Inbox. 

Lo “post-autónomo” también ocurre al Ludmer atribuir el cese al fuego entre escritores al orden del cambio de gustos tecnopoéticos (lo popular digital vs. lo análogico anacrónico) cuando, en verdad, este cambio obedece más al orden del presupuesto.

Al invisibilizar motores y efectos de la neoliberalización de la literatura, Ludmer atribuye causas ¡autonómicas! al surgimiento de lo post-autonómico:

“Al perder voluntariamente especificidad y atributos literarios, al perder ‘el valor literario’ (y al perder ‘la ficción’) la literatura posautónoma perdería el poder crítico, emancipador y hasta subversivo que la asignó la autonomía”.[7]

No digo que lo post-autónomo de Ludmer sea puramente lo neoliberalizado. Digo que lo post-autónomo es lo neoliberalizado reimaginado por Ludmer.

3. La retro-autonomía

Ludmer aseveraba: 

“Mi punto de partida es este. Estas escrituras no admiten lecturas literarias; esto quiere decir que no se sabe o no importa si son o no son literatura. Y tampoco se sabe o no importa si son realidad o son ficción. Se instalan localmente y en una realidad cotidiana para fabricar presente y ese es precisamente su sentido”.[8]

Afirmar que esas escrituras “no admiten lecturas literarias” es exagerado. Más bien Ludmer necesita decretar una imposibilidad de la crítica literaria para proponer una lectura post-crítica (post-autonomista).

Pero esta afirmación recibió otra respuesta mitad certera y mitad ilusoria de Martín Kohan, uno de los mejores escritores argentinos de su generación: “La resonante postulación de la ‘postautonomía’ de la literatura por parte de Josefina Ludmer… me devolvió a, o me ratificó en, mi inclinación por la cuestión de la autonomía”. Kohan agregó: “La autonomía pasa a ser entonces el desafío, a la vez que la esperanza, en tiempos de postautonomía, si es que esos tiempos llegaron”.[9]

Kohan hizo una crítica cordial a la “postulación” de Ludmer. Y los giros de Kohan son significativos: nótese que dice “inclinación” a la “cuestión de la autonomía”. Kohan sabe que estaba posicionado entonces (y aumentó tal posicionamiento) dentro de un sistema editorial, académico y mediático respetable en Argentina y España, es decir, con una autonomía literaria en riesgo creciente, como ocurre con todo escritor con éxito patrio o transatlántico.

Su “inclinación” por la “cuestión de la autonomía” es más ética y estilística que táctica o subversiva. Es un tropismo filosófico, una postulación moral o, más precisamente, un statement de retro-autonomía. Pero la postulación de Kohan fue un interesante contrapeso retórico ante los epigonismos post-autonomistas. También es un gesto de resistencia desde cierto privilegio, pero, al fin, un tipo de resistencia contra la aceptación y celebración del mercado literario-académico-mediático.

Kohan también lanzó una serie de preguntas (retóricas) que diplomáticamente puntualizaron complicidades de la teoría de Ludmer con el mercado mediocre-literario:

“¿Qué otra cosa aporta, desde la postautonomía, que ya no cuente más la consideración de si una literatura es buena o mala, sino una cortada más que propicia para los escribidores de la mala literatura? […] ¿qué otra cosa implica, sino complicidad con ese estado de cosas, deponer hasta la intención de distinguir lo que es literatura de aquello que no lo es?… ¿Qué es lo que parecería desprenderse, desde este punto de vista, de la postautonomía literaria que Josefina Ludmer detecta o promueve? Precisamente una literatura que quedaría a merced… de la industria de la lengua, o bien la lengua industrializada, bestsellerista y exportable; de las políticas editoriales y sus especulaciones; de las banalizaciones mediáticas y su sentido publicitario de la difusión. Que no pueda discriminarse entre lo que es literatura y lo que no…”.[10]

En el prólogo a la reedición (2020) del libro de Ludmer, la escritora Matilde Sánchez hace una observación que podría aplicarse a Kohan: “…melancólico era una palabra que Josefina empleaba con frecuencia y siempre en sentido peyorativo, al igual que antiguo o adorniano, en el sentido de apegado a la alta cultura”.[11]Es cierto: hay algo (o mucho) de Adorno y adorno en la retro-autonomía, es decir, en la nostalgia o melancolía (Kohan le llama más melodramáticamente “esperanza”) por una supuesta autonomía perdida. 

Aunque también es cierta la cautela de Kohan: “…tiempos de postautonomía, si es que esos tiempos llegaron”. Si la retro-autonomía es adorniana ante la alta cultura, lo post-autónomo es benjamineano ante lo mediático, es decir, ambas son esperanzas que probaron ser fallidas. Utopías cultas.

Ludmer también es melancólica: su entusiasmo por los medios parecería sobrecompensar su atención tan prolongada en García Márquez, Onetti, la gauchesca, lo borgeano y la teoría literaria en general. La final Ludmer (McLuhaniana tardía) es una crítica melancólica a la Ludmer canonista. 

4. Lo post-autónomo auto-explicado a los televidentes

La discusión de lo post-autónomo en Ludmer suele centrarse en sus ensayos-precuelas de 2006-2007, el libro de 2010 y el ensayo-secuela de 2012. Pero me parece que otras dos fuentes imprescindibles son la entrevista de 2007 (“Elogio de la literatura mala”) y su aparición en 2010 en el programa televisivo Los Siete Locos para promover el libro. Esta intervención televisiva es muy reveladora. 

Paradójicamente, la conductora Cristina Mucci parecía más interesada en defender lo literario que Ludmer. Ahí Ludmer charló más tácitamente lo que su libro elaboró más intelectualmente. En el programa, Ludmer no habló de su concepto de lo post-autónomo quizá porque era demasiado complejo o innecesario en televisión. Su idea podía perfectamente platicarse en términos pragmáticos: afirmar que el dinero determina a la cultura; declarar que debió dedicarse a estudiar los medios (más que libros literarios) y proponer que los best-sellers deben estudiarse en las universidades junto con la literatura. Ludmer presentó su libro como detonado por la pregunta “¿qué viene después de la crítica literaria?”. Este es un momento clave de la entrevista:

Cristina Mucci: “Vos decís que la experiencia de Estados Unidos, vivir con el capitalismo puro, has visto que lo único que marca ahí absolutamente todo, inclusive la cultura, es el dinero, y que esa es una experiencia fuerte… Acá todavía se habla, por suerte, creo, de la cultura…”

Josefina Ludmer: “Yo no sé si por suerte, Cristina, yo creo que la idea, el ver que el dinero es la realidad… [risas]… te ayuda… te ayuda a posicionarte”.[12]

¿Hay algo de performance post-literario en su pragmatismo televisivo? Probablemente. Pero todas las ideas que plantea coloquialmente en el programa de televisión concuerdan con su presentación más culta en sus textos teoréticos. 

Por supuesto, la versión televisiva de su teoría no ratifica que su post-autonomatismo sea una apología del neoliberalismo. Pero sí que su teoría post-autonomatista deriva de una apología del neoliberalismo. Esta diferencia es la sutileza que permite que la idea ludmeriana haya tenido éxito entre muchos sectores altoculturales sin tener que mostrarse como pro-neoliberales.

Lo post-autonomista es una posición altocultural en la que ya no se construye una alternativa al dominio de los poderes fácticos que controlan el mundo literario. Lo post-autonomista es una posición altocultural de normalización, conformidad, colaboración o promoción del escritor, editor, el lector mismo con los mecanismos de control intra-nacional y transnacional del mercado neoliberal de lo literario. Esa normalización de lo neoliberal permite, además, producer una terminología tan elusiva como atractiva.

5. ¡Loas a la ‘Imaginación Pública’!

Lo “post-autónomo” se acompaña de otra noción ludmeriana: la imaginación pública

Si leemos sus textos sobre lo post-autónomo, sobre todo los últimos, esta noción evoca cierto aspecto lírico y epónimo, una especie de heroísmo del ágora, de summa participativa y multitudinaria. Pero en una entrevista de 2007, queda claro que así como “post-autonomía” es una mistificación del neoliberalismo, la “imaginación pública”, en buena medida, se trata del poder corporativo-consensual de los medios de comunicación. Decía Ludmer:

“La imaginación pública es todo lo que circula, los medios en su sentido más amplio, que incluye todo lo escrito y que es algo así como el aire que respiramos. Todo lo que se produce y circula y nos penetra… Y la pienso [imaginación] pública de un modo utópico y despropiado, desprivatizador: como un trabajo social, anónimo y colectivo, sin dueños, que fabrica presente y realidad… por un lado es el modo en que los ciudadanos son disciplinados y controlados y dominados, pero también es un trabajo creador: la facultad por la cual hay crítica y otras formas de vida colectiva” (cursivas mías).[13]

La visión de Ludmer es encomio y crueldad: épica. Ludmer reconoce que está pensando los medios de “un modo utópico y des[a]propiado”. Al borrar el poder corporativo, por un momento, imagina tal “imaginación pública” como un inmenso “trabajo social, anónimo y colectivo, sin dueños, que fabrica presente”, un inmenso “trabajo creador”.

Pero inmediatamente tal imagen es tan lírica y contrafactual que debe recordar que tal “imaginación pública” es un “modo en que los ciudadanos son disciplinados y controlados y dominados”.

En sus textos escritos, lo disciplinario, la hegemonía y la sociedad de control desaparecen para enfatizar su definición benevolente y mistificante de la “imaginación pública”. Afortunadamente en este entrevista habló del trabajo destructivo y explotador de la “imaginación pública”.

“En la imaginación pública, en la fábrica de realidad, lo que importa del tiempo es el movimiento y la travesía, que nos deja salir de las representaciones fijas del saber”.[14] Ya dentro de esta fantasía (no exenta de autoritarismo convertido en kitsch liberal), Ludmer convierte a la literatura en una rama de la ‘imaginación pública’: “La literatura misma es uno de los hilos de la imaginación pública y por lo tanto tiene su mismo régimen de realidad: la realidadficción”.[15]

El “régimen de realidad”, llamado por Ludmer “realidadficción” corresponde a lo que Debord llamó sociedad del espectáculo; Burroughs, Reality Studio y Baudrillard, simulacro. Pero Ludmer casi ha borrado todos los rastros del control y ha quedado sólo la entusiasta fraseología panegírica del orden capitalista (liberal y neoliberal). Su “imaginación pública” en realidad es la privatización mediática de lo público imaginario.

Así compendia Ludmer a la lectura post-autonomista: “implica leer sin autores ni obras… No lee literariamente (con categorías literarias como obra, autor, texto, estilo, escritura y sentido) sino a través de la literatura… Usa la literatura para entrar en la fábrica de realidad”.[16]

La lectura post-autonomista (la crítica post-autonomista) usa al post-estructuralismo (leer sin autor, sin Obra) como trampolín para normalizar el capitalismo espectacular (“la fábrica de realidad”). Usa a la literatura para entrar a la “fábrica de la realidad” sin cuestionarla. Da por dada la fábrica y la realidad ahí fabricada. La realidad-mercado.

El salto ludmeriano de lo crítico a lo panegírico es sutil. Creo no ha sido advertido hasta hoy.

La post-crítica ludmeriana desea mirar cómo lo literario participa de la sociedad del espectáculo (la “Imaginación Pública”) para colaborar en crear “realidadficción”, es decir, hegemonía, consenso, Reality Studio, fake news (¡y fake lit!), simulación; aunque Ludmer, por supuesto, retoriza esta “fábrica de realidad” como un evento colectivo, entre desencantado y democrático, entre inevitable y excitante. 

La “imaginación pública” es el nombre ludmeriano para los medios de comunicación enlazados al control, es la máquina cibernética de producción de discurso hegemónico, de consenso con coerción (y en el caso de Ludmer con lirismo y teoría post-crítica). “Imaginación pública” es el bautizo que recibe esta maquinaria acorde el entusiasmo provocado por la realización de la utopía capitalista, el festejismo de la mercancía, por así decirlo.

La “imaginación pública” se vuelve otro componente laudatorio, afectivo, benevolente, sonriente, motivacional, del discurso ludmeriano de lo post-autónomo. 

La ética post-autonomista implícita en Ludmer se trata de un nihilismo y un cinismo que vienen del liberalismo, el post-marxismo y la progresía. Pero que debe ocultar el nihilismo y cinismo, la conformidad, para animarse y alentar que otros alimenten su esfera de privilegios en riesgo.

Lo motivacional de lo post-autonomista es crucial para la relación de las redes literarias y académicas con comunidades mucha más precarizadas. Los más precarizados deben ser motivados por las élites y semi-élites post-autonomistas a proseguir juntas la neoliberalización en el campo cultural y el campus universitario. 

El post-autonomatismo debe ser una conminación muy motivacional para que otros aspiren a participar de su advenimiento y adyacencia académico-virtual.

En el libro (2010), Ludmer excluyó la décima tesis de su primera versión (2006 y 2007), donde finalizaba: “Así, postulo un territorio, la imaginación pública o fábrica de presente… Desde la imaginación pública leo la literatura actual como si fuera una noticia”.

Parte de la pacificación de lo post-autónomo implica realizar una lectura que convierta a la literatura en información, a lo literario en noticioso. Ludmer en “Notas para Literaturas Posautónomas III” (2010) aseguraba: “Ahora leer es más fácil, es como ver”.

Ludmer sabe que los conceptos, perceptos y afectos que se desprenden de su post-autonomatismo son fantasías nacidas de borrar la brutal explotación neoliberal. En la entrevista de 2007, finaliza diciendo: “para mí la imaginación pública es un territorio utópico, pero por supuesto existe la explotación: los que trabajan en toda la red que produce el presente son explotados. Yo pienso como si ya hubiera ocurrido la liberación y esa creación de presente, de afectos, de creencias, de vidas cotidianas, fuera un trabajo libre de todos, como si ya no hubiera opresión”. La idea de lo post-autónomo es la cara feliz que se fantasea al final del arcoiris neoliberal.

Además de un aire de propaganda, en la máquina post-autonómica ludmeriana resuena una afectividad propia de la literatura y las Humanidades consideradas como industrias y emprendedurías “creativas”. Como una ‘invitación’ a emocionarnos por las ‘oportunidades’ que la sequía post-literaria y la escritura y lectura desde la desdiferenciación proveen a los aspirantes a publicar. Como anunciándonos: ¡Tú también puedes participar de los emotivos beneficios de la Imaginación Pública! 

La Literatura-Universidad como Co-working Space. Virtual. 

Ludmer sabe que en la Imaginación Pública “los que trabajan en toda la red que produce el presente son explotados”. Pero ella construye su teoría sobre lo post-autónomo “pienso como si ya hubiera ocurrido la liberación y esa creación de presente, de afectos, de creencias, de vidas cotidianas, fuera un trabajo libre de todos, como si ya no hubiera opresión”.

La lectura post-autonomista es la forma de “lectura” post-post-estructuralista que se ejerce en Un Mundo Feliz.

6. La (post)crítica como “activismo cultural”

En una entrevista a finales de 2007 decía Ludmer: “considero que ya no hago crítica literaria”. Mientras que en “Literaturas postautónomas: otro estado de la escritura” de 2012, Ludmer postulaba a “la crítica como una forma de activismo cultural”.

Más que una definición de toda literatura en el siglo XXI, lo post-autónomo de Ludmer es la crítica literaria (y académica) que sale de sí misma y en un momento se define como un abandono de la crítica literaria y, en otro momento, se define como “activismo”.

Esten “activismo” es la faceta más débil y, sin embargo, la más evangélica de la última Ludmer. 

Como hemos escuchado, hay mucho de conformismo en esta Ludmer. Su discurso es una forma de nihilismo no-trágico, un nihilismo-soft, que consiste en aceptar que se ha derrumbado el valor literario y la autonomía literaria, pero que hay un corpus más amplio esperando ser comentado mediante la lectura ocular. En este punto se intensifica la exaltación ludmeriana, su propuesta abstracta de un “activismo cultural”. 

Hay una utopía inspirando a Ludmer, un triunfo, que alimenta ese aspecto festivo, hiperbólico, entusiasta de su teoría. Ludmer dice:

“vivimos en una utopía realizada… hoy vivimos en la utopía realizada del liberalismo de circulación mundial de la mercancía. El proyecto utópico del liberalismo del siglo XVIII fue que todo el mundo se abriera al comercio mundial y que todo circulara, y estamos viviendo eso”.[17]

El tono celebratorio del post-autonomatismo de Ludmer nace de esa utopía realizada. Se trata del optimismo sintomático de la “utopía realizada”, dice ella del “liberalismo”, aunque, en realidad, se trata de la utopía realizada del neoliberalismo o, mejor dicho, de su utopía realizándose.

¿A qué se refiere tal “activismo cultural” en concreto? ¿Ser profesores de las empresas académicas llamadas universidades? ¿Escribir dentro de la “imaginación pública”? ¿Ser activista para activar otros activistas de este orden neoliberal disfrazado de post-autonomía? Eso parece. 

Pero también, simplemente, entusiasmarse a partir de la normalización de la neoliberalización e invisibilizarla y considerarla como una apasionante oportunidad “desprivatizadora”, “despropiadora”, como dice Ludmer. O imaginar que la emancipación ya ha ocurrido y escribir y leer y comentar cultura a partir de esa post-realidad. 

La “crítica” como “activismo cultural” en la época post-autónoma también podría significar críticos, comentaristas, blogueros, microblogueros, profesores, investigadores dedicados ya no a juzgar y comentar el valor literario o, al menos, la literariedad de las obras, puesto que todo ello ya ha expirado, sino a seguir su afirmación de 2012: “En la postautonomía no hablamos de lo estético sino de procesos de estetización (constitución de un discurso sobre el valor literario)”.

La mayor parte de las veces, sin embargo, el activismo post-autónomo parece poder consistir simplemente en continuar haciendo tu trabajo cultural cotidiano dentro del neoliberalismo o utopizar que otro mundo ya fue posible cuando, en realidad, no ha sido posible.

El activismo cultural como reactivismo ideológico.

Lo más fascinante del libro de Ludmer es que puede ser leído y emocionarnos de su promisoria propuesta y prácticamente hacernos olvidar que se trata de un embellecimiento de la neoliberalización de la literatura y todos nosotros.

Ludmer fantaseó que ya se había alcanzado la completa subsunción de la literatura a la economía capitalista y todos debimos ser felices.


[1]Ludmer, “El fin del mundo. Un orden posible 4”, en Aquí América latina. Una especulación, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2020, p. 118.

[2]Ludmer, “Literaturas posautónomas”, en Aquí América latina. Una especulación,p. 173.

[3]Ludmer, “Literaturas postautónomas: otro estado de la escritura”, en DossierRevista de la Facultad de Comunicación y Letras, núm. 17, Universidad Diego Portales, 2012. (https://www.revistadossier.cl/literaturas-postautonomas-otro-estado-de-la-escritura/)

[4]Ludmer, “Literaturas posautónomas”, en Aquí América latina, p. 172.

[5]Ludmer, “Notas para Literaturas Posautónomas III (2010)” (https://josefinaludmer.wordpress.com/2010/07/31/notas-para-literaturas-posautonomas-iii/)

[6]Ludmer, “Literaturas posautónomas”, en Aquí América latina, p. 176. 

[7]Ibid., p. 177.

[8]Ibid., p.171.

[9]Martin Kohan, “Sobre la Posautonomía” [2012], en Landa, vol. 1, núm. 2, 2013, pp. 310 y 318. (https://www.revistalanda.ufsc.br/PDFs/ed2/MARTIN%20KOHAN.pdf)

[10]Ibid., pp. 313 y 316. Sería interesante, por cierto, desempacar los diversos sentidos que hay en las caracterizaciones de Kohan acerca de lo post-autonómico ludmeriano y, a la vez, la representación que Ludmer hace de Kohan en Aquí América latina. Hay ahí una polémica en sordina.

[11]Matilde Sánchez, “Contra las mitologías de origen”, en Aquí América latina, p. 25.

[12]Ludmer y Cristina Mucci, “Josefina en Los Siete Locos” (grabado en 2010 y subido a Youtube en 2014: https://youtu.be/X2v8ODoXmsM). Minuto 8. 

[13]Ludmer, “Elogio de la literatura mala” (entrevista de Flavia Costa), en Revista Ñ de El Clarín, diciembre de 2007. En línea.

[14]Ludmer, “Las ficciones nocturnas”, en Aquí América latina, p. 64.

[15]Ludmer, “Introducción”, en Aquí América latina, p. 32.

[16]Loc. cit.

[17]Ludmer, “Elogio de la literatura mala”.