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La crítica: cómo es

EL DEVENIR ONLINE DE LA CRÍTICA

(JOSÉ LUIS BREA EN EL UMBRAL)

Por invitación de Daniel Montero presenté este ensayo en su curso de Crítica del arte en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, el 7 de septiembre del 2021. Aquí el video en Youtube: https://youtu.be/Dgz5Nl7pN9w

Heriberto Yépez

1. El concepto de crítica en José Luis Brea

A principios del siglo XXI, cuando discutíamos (en español) la crítica y la blogósfera, había un nombre recurrente: José Luis Brea. La Generación X ya no éramos cyberpunks ni aún miembros full time del precariato académico. Para los free-l@ncers de la crítica, las revistas, y sus ensayos eran referentes obligados. Ya en la segunda década del siglo, aquel disenso gurú comenzó a fosilizarse.

Cierta academia trans-atlántica y Brea mismo convirtieron su figura en sinónimo de “Estudios Visuales”. Pero si leemos un libro como Las tres eras de la imagen es claro que Brea no hacía Visual Studies sino ensayo teorético. Brea no analizaba itinerarios o series de imágenes específicas: elaboraba reflexiones abstractas, especulación y statements sobre lo Visual. Sus principales libros ensamblan ensayos declarativos, muchas veces manifiestos; carecen de los estudios de caso y galerías indispensables a los Visual Studies. La etiqueta de “Estudios Visuales” era para Brea un paraguas truculento para abarcar su rechazo a la Estética, la Historia del Arte y la crítica “formalista” y, en cambio, escribir ensayo o aforística fulminantes.

Brea así define a los Estudios Visuales: “estudios sobre la producción de significado cultural a través de la visualidad”.[1] Si revisamos la antología que editó sobre los Estudios Visuales notaremos que Brea prefería los textos de meta-teoría. Entenderlo como representante de los Estudios Visuales sería caer presa del truco de Brea.

Su práctica real era el ensayo teorético para fundamentar un nuevo tipo de autoridad relampagueante sobre lo visual-artístico. Uno puede atravesar libros enteros de Brea sin requerir ver una sola imagen. Brea aborda el aparato teórico de nuestra época, no primordialmente artefactos visuales. Brea hacía ética de la imagen (abstraída).

Esta autoridad crítica posmoderna, según Brea, parte de una posición incrédula y secular hacia el arte:

“No hay estudios críticos… sin apostasía de la fe en la clausura disciplinar de las prácticas, no sin una vehemente puesta en suspensión de la (in)creencia en los dogmas que instituyen el dominio de las prácticas instituidas… No sin puesta en suspenso de la fe en el arte –la única ‘verdadera’ religión de nuestro tiempo.”[2]

Brea es un atéologo del arte que cree combatir lo Ilustrado. Pero era un neo-ilustrado. Constantemente caracteriza al arte como fetichismo, idolatría y fe. Y Brea es un moralista: “…la crítica es un actividad atrapada entre el ser y el deber ser”; derridiano y deleuziano epocal, Brea dice concebir a la crítica como “multiplicación de los disentimientos… diversidad de las lecturas… alejamiento de cualquier espejismo de facilidad de lectura”.[3] Tiene mucho de predicador comunal multiculturalista.

Brea propone que el crítico no quede atrapado en las “dos prisiones” de “la institución museo y la periodística”, ya que “ni en uno ni en otro escenario es realizable la función crítica”. La función crítica consiste en mostrar cómo se construye el valor artístico y emprender “construcción de una esfera pública” y “hacer pensables modos de distribución y apropiación colectiva de estas nuevas formas y prácticas artísticas de producción de visualidad que no atraviesen la ritualidad obligada de su presentación en espacios”. Para Brea la crítica debe revelar el poder que construye a lo artístico: “El objeto de la crítica es entonces la puesta en evidencia —inclemente— del conjunto de dependencias que todo acto de producción enunciativa o cognitiva tiene con la constelación significante (con la episteme específica) en la que se inscribe y adquiere valor”. Si traducimos la jerga académica de Brea esto quiere decir que la crítica desenmascara cómo las obras son dotadas de prestigio por instituciones. Este “desnudamiento y mostración es justamente la tarea de la crítica”. El crítico es un “in-cómplice —distanciado, revelador de posicionamiento— sobre la ‘vida social de las imágenes’”.[4] En Brea, la semiología está al servicio de una moral secular del arte.

La prédica de Brea se volvió frágil pronto. Creía que la crítica debía realizarse en los journals académicos y weblogs, bajo la ilusión de que estas plataformas no son parte de las redes de poder que Brea buscaba desenmascarar:

“Acaso la revista especializada o el journal universitario podrían ser los lugares en que ese escenario del trabajo ensayístico se realizara… en un territorio en el que todas las presuntas verdades que sostienen de facto la economía del sistema del arte existente pudieran ser puestas en suspenso”.[5]

Brea se equivocó en creer que los espacios académicos y editoriales son ajenos al “sistema del arte”, o no están enlazados al sistema económico. Olvidaba que el sistema de la academia está tan neoliberalizado como el sistema del arte, es decir, tan convertido en empresa y precariedad. Brea pareciera ignorar que el sistema del arte, el sistema editorial y el sistema académico son sub-sistemas de la misma economía capitalista. Su visión abstracta, despolitizada, del journal académico llama especialmente la atención por acrítica, incluso ilusa.

También desconcierta que Brea crea que tal colaborador de journals deba ser “un buen escritor de ensayo, incluso más un ensayador que un ensayista”.[6] Solamente en la academia más desregularizada podría un crítico publicar ensayos. El journal mexicano, argentino o español estándar, sin importar su ranking académico, no admite al objeto “ensayo” ni al sujeto “crítico”. Y llamarle ensayístico al paper, artículo o reseña bibliográfica del académico sería demasiado vago o engañoso. Brea no quiso admitir o no alcanzó a presenciar que en nuestra época la crítica que él imaginó sólo puede publicarse en el espacio infrecuente del libro no-comercial y especializado (aunque desescolarizado), webs provisionales y en la intervención oral en eventos de perfil mixto.

Se podría decir que Brea aún imaginó analógicamente a la crítica digital. Imaginó el devenir online de la crítica antes de terminar de cruzar el umbral.

2. La mutación de la crítica en línea

En los primeros tres lustros del siglo XXI ocurrió una oleada de kitsch teórico inspirada por la discusión sobre la “comunidad”. Pensada sin cibernética o espejo para reconocer su neoliberalismo, la prosa epigonal derivada de la “comunidad desobrada” (Jean Luc-Nancy), la “comunidad inconfesable” (Blanchot) y la “comunidad que viene” (Agamben) alentaron cripto-iglesias hipster, romantización rizomática y McCuentos de hadas sobre las comunidades en línea. 

En plena guerra contra el “terrorismo” de los otros, se llamaba “comunidad” a la participación en plataformas corporativas de redes sociales. Tal kitsch teórico, ya en el siglo XXI, se abanderaba de Deleuze y Guattari para no saberse cliente cautivo y data-mercancía de Mark Zuckerberg.

Brea fue feligrés y promotor de esta visión pastoril de la “comunidad”. Escribe en El tercer umbral:

“…el dominio de lo virtual, el intersticio online en que se constituye la red, define un territorio de experimentación de singular valor para poner a prueba algunos de los desafíos más importantes de nuestro tiempo… como otros territorios y mecanismos del trabajo relacional, la red vendría a reforzar nuestras posibilidades de articular formas versátiles y provisorias de comunidad. Constelaciones de unidades molares que vendrían en ello a expresar ‘momentos de comunidad’… la red podría hacerse anuncio, si es que no habitat preciso, de ‘la comunidad que viene’… Y por ello, y de paso, en el más dulce de nuestros sueños”.[7]

Muerto en 2010, Brea es un crítico de la primera década del siglo XXI. Casi le podemos disculpar utopizar Internet: su comunidad imaginaria es mayormente pre-Facebook.

A veces su “RAM_critique” es sinónimo de “blog critique”. Escribe:

“He aquí que hablamos del texto crítico en el dominio en que el ensayo es fragmento y micrología, punta de ataque, incisión, y mera presencia eventual, fantasmática y psi, puro acontecimiento intensivo en la discursividad del tiempo real, en la gran curvatura del tiempo ahora, sin otra memoria que la de la constelación… en acto, en tiempo, en colectividad, en interconexión, posteada al blog del ahora puro, sin memoria de almacén, toda ella en línea, en RAM…”[8]

He aquí un ápice intrépido de Brea que, sin embargo, nos recuerda que idealizó a la crítica en blog (y micro-blogging), sin enterarse que la crítica en línea pronto cristalizó no en el weblog sino dentro de posts en redes sociales como Facebook o Twitter. El post de un blog es relativamente fuerte: es una pieza enmarcada y casi autónoma, favorecida incluso por buscadores como Google; el post de redes como Facebook o Twitter, en cambio, es un post débil. (Más allá del texto, el upload en YouTube es un hard post mientras que todo reply de Instagram es weak post). Pero la comunicación y visibilidad de nuestra época funciona a través de las multitudes de weak posts y tiende a des-autorizar el hard post.

Esas redes sociales neutralizaron la densidad ensayística que Brea imaginaba. No terminó de entender que incluso el “fragmento y micrología” en red conducía a la neutralización del crítico como sujeto constante o cadena heterodoxa. La blog critique fantaseada por Brea produjo un escenario crítico (aunque más bien reaccionario, como lo mostraron la opinología perpetua de Facebook y Twitter) en que el crítico radical siguió extinguiéndose y el mainstream domestica al disenso. Brea tenía una visión ingenua de la academia y una visión utópica de Internet.

Brea resume su programa crítico en “La tarea de la crítica (en siete tesis)” publicado originalmente en 2007  en salonKritik (web ya inexistente). Así imaginaba Brea al crítico: “El objeto último de la crítica de arte, como de todo análisis cultural, es la puesta en evidencia de las condiciones, dependencias e intereses… bajo los cuales la práctica se produce”. Brea pedía una crítica sociológico-política, una denuncia de la ideología. Caracteriza a dicha crítica como “desmanteladora”, ya que “no es tarea de la crítica propagar la fe en los objetos que analiza sino lo contrario: poner en evidencia las trampas sobre las que esa fe se instituye”.[9]

Ahí el crítico es un desenmascarador, un des-ilusionador, que rompe la fe de públicos y artistas hacia las obras, desencántandolos de los mecanismos legitimadores del arte. El crítico como una aguafiestas, un party-pooper, del mundo del arte y la sensibilidad popular. El crítico como descorazonador delator.

Brea se equivocó en creer que el crítico de arte podría crecer en el journal académico, el website especializado o el blog, pero sin querer atinó en pronosticar que la crítica de arte que vendría en el siglo XXI sería primordialmente moralista, judicial y descreída del arte contemporáneo.

La crítica de arte que deseaba Brea no devino online, más bien buscó empleo en la academia y la curaduría, y pronto dejó de (sobre)exponerse a la precariedad del blog, donde publicar significa ser leído sin ser reconocido, presentar ideas que serán plagiadas pero no citadas. En el blog, el crítico termina volviéndose fantasmal y profesor adjunto anónimo y gratuito de las universidades, ya que los estudiantes leerán blogs para completar el mapa que las aulas no proveen e intentar obtener así un mejor trabajo, que incluye ocultar su historial de fuentes en línea, poco respetables para la academia neoliberal.

Si en YouTube toda presentación de ideas termina siendo tutorial inconfesable; el blog es un archivo de apropiación de información e inspiración conceptual para otros académicos y autores en línea: el post devino territorio para el extractivismo.

La crítica que deviene online deviene invisible.

Como objeto, el texto de crítica en línea es vulnerable a perderse o ser desapropiada por autores que puedan recanalizar las ideas digitales de otros a fuentes impresas suyas, bajo la coartada, además, de estar en una época de “comunidades” de “propiedad colectiva”.

Como sujeto, el crítico promovido por Brea tuvo un destino menos accidentado: este tipo de crítico posmoderno se concibe como juez del art world, mismo rol que retomó la crítica popular en las redes sociales.

Cito completa la séptima tesis de Brea acerca de la tarea de la crítica:

“La crítica ha de aceptar y afrontar con todas sus consecuencias el impacto del ‘devenir online’ —que el escenario de los nuevos medios procura— con la carga de pérdida de autoridad que el confrontarse en un espacio multiplicado de voces conlleva. Diría que combinar ese efecto —de extravío de su autoridad institucionalizada— con el compromiso radical a mantener su trabajo desmantelador y secularizador, es el gran reto que por excelencia concierne a la crítica en nuestros días”.[10]

Brea habla aquí de una segunda pérdida de autoridad de la crítica en este siglo. La primera quedó registrada en el célebre debate de la revista October en 2001, en que se reporta la pérdida de poder insider del crítico. Pero el devenir online es una segunda pérdida de autoridad, una pérdida de autoridad primisecular, ahora post-Internet, debido a que el crítico publica en un “espacio multiplicado de voces” donde su voz experta es tomada como una “opinión” más, y no siempre consigue ser el juez más sagaz.

En 2013, Anna María Guasch afirmaba sobre el legado de Brea: “Todo o casi todo su pensamiento, su obra, está en software libre (sic) y desde hace ya mucho tiempo al alcance de un ‘lector global’”.[11] Una década después, aquel Brea en línea es una colección de links rotos o restringidos.

Internet es un archivo entrópico. Como crítico, esta es una de las lecciones que he aprendido desde los 1990’s y 2000’s: si queremos estudiar la escritura y el arte en línea, desde su prosa-post y sus webs hasta la e-lit y el net-art, debemos entenderles desde la ephemera.

La crítica en línea no tendrá la función anti-sistémica que imaginó a principios de siglo. Internet es un archivo a la deriva. Su inercia es ser capitalizado y luego borrado.

3. De la blog critique y la net critique

La blog critique fue la Teoría Crítica que cruzó el umbral de la alta cultura académica hacia las primeras listas de correos, foros y weblogs. Venida desde la alta cultura, la blog critique era imaginada como descreída pero de vanguardia y como una zona de resistencia de la Teoría Crítica en la World Wide Web. La net critique real (hecha desde las redes sociales) más bien ha sido descreída, anti-vanguardista y crecientemente anti-Teoría Crítica: “post-crítica”.

Brea imaginó un crítico ateo del arte, sofisticado teóricamente, aunque participativo en la esfera pública que pastoreaba. Esta utopía no ocurrió: las redes arrasaron sus condiciones mismas de posibilidad, aunque sí alentaron un ateísmo feroz contra el arte contemporáneo y todas sus figuras, incluido el crítico. La net critique real avasalló viralmente a la blog critique. Su idea de la RAM_critique fue arrasada por una crítica algorítmica que comparte el núcleo moralista de Brea pero que descalifica todo su aparato de alta teoría, juzgándolo cómplice del “hamparte”, la “farsa” y la “burbuja” del arte contemporáneo.

La blog critique planeaba ser intervención paralela y no-institucional, pero todavía una publicación autoral y titular: un objeto textual en línea firmado y titulado (concebido como pieza auto-suficiente). A mitad de camino entre el apunte y el artículo, el borrador y la columna, la ocurrencia y la conferencia: la blog critique nació como forma ensayística digital.

Pero si la blog critique tiene firma autoral y forma titular, la net critique, en cambio, sustituye la firma autoral por la formación colectiva y sustituye la forma titular por la participación en plataformas. De la crítica con copyright (residual) a la crítica dentro de trending topic (fugaz). La net critique radicalizó lo “informal” e “informativo” de la blog critique y deshizo su carácter todavía singular, autoral y titular. La net critique es colectiva, temática y no-original.

La net critique no produce obras sino campañas.

¿Cuál es el mensaje fundamental (y fundamentalista) de la net critique? Desenmascarar al artista-“farsante”, al curador-“charlatán” y despejar la idolatría hacia el “falso” arte. Sembrar la sospecha generalizada. ¿Qué hace esta crítica tumultuaria? Increpaciones, suspicacias, ironías y denuncias. Está siempre lista para señalar y tratar al artworld como un prostíbulo, negocio, complot o impostura. La net-crítica es una crítica nuclearmente fóbica. El net-crítico tiene mucho de hater, defensor del arte “verdadero”y Social Justice Warrior. Puede ser alt-right o Woke. Es una crítica anti-establishment, casi una venganza anónima; una crítica concebida como producción de des-encanto. Lo que esta crítica quiere es desnudar al Arte como Rey Midas.

La net-critique participa de olas de moralismo y escandalización. Su esquema obedece a este interrogatorio vitalicio: ¿qué pecado comete este artista? Y las respuestas forzosamente son: idolatría, avaricia, soberbia, pereza. Es una crítica que considera que los pecados capitales del arte son sus pecados capitalistas.

Esta net-critique a su vez tiene un efecto en la blog-critique sobreviviente o resurgente: ya que el devenir online de la crítica es un devenir hacia la desaparición, no le queda otro archivo que el de la retro-impresión. El devenir de nuestro tiempo no es necesariamente hacia nuevas tecnologías. El retro del vinilo, del cassette, el libro de artista, del fanzine y del libro mismo anuncia que el porvenir técnico puede ser cierto pasado mediático. El tecno-tiempo no es lineal.

El devenir en línea bien puede ser re-venir libro. O un re-venir de una web a otra, de una remediación back and forth, un devenirarchivamiento trans-mediático no-lineal. Brea pensó al devenir online de la crítica en un modelo de eras tecnológicas progresivas. Nosotros podemos corregir ese error: sabernos una época de retro-producción técnica.

Si Brea es hoy un autor que ha sido reeditado en libro en editoriales prestigiosas se debe a que exclusiva o primordialmente en línea sería víctima de un desempoderamiento gradual. Brea fue devuelto al libro para recuperar autoridad. La actualidad de la crítica y el arte es hoy un devenir digital y, a la vez, un re-venir post-Internet. Vivimos un presente que es una calle de doble sentido, calle de dirección no-única.

El devenir post-Internet del crítico que creció en la primera época de Internet puede resultar re-jerarquización de su figura, tentativa para devolverle autoridad, respetabilidad, re-abrirle cubo blanco a su voz y letra. Si Brea hoy fuera relanzado a Internet, a un póstumo archivo digital de su obra, ese gesto arqueológico no sería sino una escena de restauración ceremonial. Brea ya sólo podría ser monumentalizado en Internet.

Internet puede ser el panteón de la crítica: pulverización y mausoleo. Evanescencia y museo. El devenir online de la crítica no es un horizonte secularizador como Brea predicaba (¡retro-ilustradamente!), sino un tráfico en que por un carril la figura del crítico vive su segunda, tercera o cuarta pérdida de autoridad y, al mismo tiempo, por otro carril se le simboliza autoridad mediante algún Repositorio Temporalmente Autónomo. O una remediación regresiva.

Lo post-Internet re-autoriza, con aura templada, al documento recobrado. Quizá estamos perdiendo zonas cool de la cultura hacia zonas tibias, culturas lukewarm. Lo vaporwave y lo hipster en general son indicios de este tráfico en dos direcciones, en que medios hot y medios cool se cruzan y caminan en aceras contrarias o se topan en la calle. Como el arte y la literatura, la crítica atraviesa una atmósfera regida por la nostalgia digital.

Brea hablaba un lenguaje apocalíptico y, a la vez, muy académico, retro-vanguardista y pro-eficiencia. Este crítico devenido online se imagina a sí mismo continuando su futuro calculando “combinar ese efecto” con un “compromiso radical” a mantener “su trabajo” ¡“…desmantelador”! y “secularizador” que representa “un gran reto” “por excelencia” que nos “concierne”. Este léxico entre desconstructivo y burocrático y, definitivamente, posmo-emprendedurista, lo compartimos todos en esta época, especialmente en universidades y redes alto-culturales.

Cuando Brea pregona mesiánicamente sobre los Estudios Visuales Críticos, o cuando habla de lo que viene, tiene episodios prosísticos en que el ensayista se convierte en un presentador tecnocrático. No condeno estos lapsus, al contrario, creo que la prosa de nuestra época se caracteriza por estar influida por la burocracia, la mercadotecnia, la jerga académica, Ted Talks y los proyectos. Escribir online es también escribir con deadline.

Somos una prosa tramitológica y esperanzada, promisoria y engañosa, deseosa y consensual, la prosa de la “justificación”, es decir, de la auto-publicidad y la auto-apología, la prosa de la campaña y el formato.

En tiempos de Internet, la crítica casi ha transformado su devenir en deber-ser: la comunidad-que-vino es congregación de guerras culturales y competencias laborales, la comunidad-que-vino es crítica moral para capitalizar (un poco) la propia identidad y descapitalizar a los deplorables que compiten con nosotros en el mercado.

La comunidad-que-vino fue tribus de jueces, la comunidad-que-vino fue comunidad-tribunal. La crítica estética fue convertida en ética y protesta para resultar más afín al nuevo espíritu del capitalismo.


[1] J. L. Brea, “Los Estudios Visuales. Por una epistemología política de la visualidad”, en Estudios Visuales. La epistemología de la visualidad en la era de la globalización, Akal, Madrid, 2005, p. 7.

[2] J. L. Brea, “Arte vs. cultura visual. La urgencia de unos estudios críticos sobre cultura visual (algunos pensamientos sueltos)”, en Las tres eras de la imagen. Imagen-materia, film, e-imagen, Akal, Madrid, 2010, p. 118.

[3] J. L. Brea, “RAM_critique: la crítica en la era del capitalismo cultural”, en Cultura_RAM. Mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica, Gedisa, Barcelona, 2007, pp. 201 y 202.

[4] Ibid., pp. 208, 212, 218 y 219.

[5] Ibid., p. 220.

[6] Ibid., p. 221.

[7] J. L. Brea, “On line communities. Comunidades experimentales de comunicación en la diáspora virtual”, en El tercer umbral. Estatuos de las prácticas artísticas en la era del capitalismo cultural, Segunda edición aumentada y corregida, Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo, Murcia, 2008, pp. 139-141.

[8] J. L. Brea, “RAM_critique: la crítica en la era del capitalismo cultural”, p. 222.

[9] J. L. Brea, “La tarea de la crítica (en siete tesis)”, en El cristal se venga. Textos, artículos e iluminaciones de José Luis Brea, María Virginia Jaua (ed.), Fundación Jumex Arte Contemporáneo, México, 2014, pp. 34-35.

[10] J. L. Brea, “La tarea de la crítica (en siete tesis)”, p. 35.

[11] Anna María Guasch, “In Memoriam. A José Luis Brea (1957-2010)”, en Revista de Estudios Globales y Arte Contemporáneo, vol. 1, núm. 2, 2013, p. 3.